Blogia
Aventuras y desventuras de Chemi en Londres

First night in London

First night in London

Todo empezó la noche del 9 de septiembre, cuando llegué a Londres procedente del aeropuerto de Luton ya bien avanzada la tarde y prácticamente anocheciendo. Durante el vuelo había buscado en el plano de mi guía de Londres la dirección del hostel en el que tenía reservada una cama en una habitación triple. El hostel se llamaba Holland House y estaba situado en una esquina del Holland Park, en la zona de High Street Kensington, al oeste y cerca del centro de Londres (Victoria, Trafalgar Square, Buckingham Palace, Parliament) pero aún en lo que aquí se llama Central London para referirse a la Zona 1 y también, creo, a la Zona 2, de las seis zonas concéntricas en las que se divide Londres. Según el plano, tenía que coger el metro en Victoria, donde me dejaría el autobús desde Luton, y en sólo cuatro paradas estaba en High Street Kensington. Me sorprendió, porque recordé que en mi primera búsqueda de la localización del hostel había visto que éste se encontraba muy cerca de Victoria y que ni siquiera tenía que coger el metro sino que podía incluso ir a pie. Pero en fin, pensé, me habría equivocado aquella primera vez.

Por lo que en cuanto puse el pie en Londres, junto a Victoria Station, cargado con 25 kilos de maleta más una pesada mochila y un bolso de mano, y terriblemente cansado después de una noche casi sin dormir y un viaje de más de cuatro horas entre avión, aeropuerto de Luton y autobús a Londres, me dirigí a la entrada a la estación de metro Victoria, precisamente dentro de Victoria Station. Pero antes busqué por todos los bares y cafeterías de Victoria Place con ahínco un aseo en el que poder aliviar mi vejiga, y recorrí con toda mi carga interminables pasillos y escaleras sin encontrar un puto water en el que mear y malgastando de ese modo mis ya escasas fuerzas. Y así, después de renunciar a la expulsión de orina me fui a las escaleras de entrada al metro y descubrí al fin unos aseos precisamente junto a ellas. Por lo que ya tranquilo y tras haber recorrido lo que me parecieron cientos de escaleras (no había ni un puñetero ascensor) con todo mi equipaje y mi resaca a cuestas, y después de pagar 3 libras (unos 4 euros y medio) por un billete sencillo de metro para las zonas 1 y 2 (el más corto y barato posible), pude por fin entrar en el metro, que aquí llaman Tube porque justamente tanto los pasillos y túneles como los trenes tienen forma de tubo (lo que te hace sentirte como una especie de Mario Bros posmoderno). Y bajé, cuatro paradas más allá, en High Street Kensington. 

Cuando conseguí salir de allí y orientarme gracias al plano de mi guía, inicié mi camino hacia el Holland Park por una amplia avenida que en horas de luz debía estar muy animada pero que en esos momentos, ya de noche cerrada (aquí, como en París, en otoño e invierno anochece antes y más rápido que en España, mientras que en primavera y verano ocurre al contrario), se encontraba relativamente solitaria, oscura y vacía. Y yo allí hecho polvo, con las manos, brazos, hombros y espalda reventados de llevar la maleta y los dos bolsos y deseando encontrar cuanto antes el puñetero hostel para darme una larga ducha, comer algo y poder acostarme. Y al fin encontré la entrada al Holland Park, pero el mundo se me vino encima al ver que debía cruzarlo hasta el otro extremo y que el parque se encontraba en pendiente hacia arriba desde donde yo estaba. Así que nada, encontré un caminito más o menos asfaltado y comencé a ascender sin comprender como aún no caía rendido y desfallecido para ser pasto de buitres, hienas, anglosajones y otros seres carroñeros. Y si antes la calle me había llamado la atención por su insuficiente iluminación, caminar por aquel parque era como andar por en medio de un bosque salvaje alejado de la civilización. Árboles y más árboles y ni una sola luz y yo allí andando hacia arriba con la maleta y las bolsas maldiciendo a Newton y a la ley de la gravedad y al ron con cola y al no haber dormido y al haberme venido a Londres así porque sí y al feo idioma inglés y a este sucio mundo capitalista en el que nos vemos obligados a buscarnos la vida en pos de empleos y trabajos horribles y alienantes. Pero una serie de gritos y risotadas cercanas detuvieron mi sarta de imprecaciones y aunque no pude ver a nadie, seguí hacia arriba con ímpetus renovados y deseando encontrar el jodido hostel de una puñetera vez.

Pero al fin y cuando ya me daba por perdido encontré algo así como una bifurcación de mi camino en lo que parecía una entrada a algún sitio. Espoleado por la cercanía de algún tipo de cobijo, me introduje allí con la esperanza de que fuera precisamente la entrada a mi hostel, lo que se vio confirmado por una puerta trasera en la que una placa rezaba Youth hostels o algo así. Vi a dos o tres jóvenes que fumaban cerca de allí y les supuse residentes del hostel, por lo que me dirigía a ellos con la intención de desempolvar mi inglés e interrogarlos acerca del modo de poder entrar en el hostel, pero tal vez mi fatigada presencia y mi respiración ansiosa y agitada les asustó, o tal vez no eran sino producto de mis propios delirios y alucinaciones, pero el hecho es que en cuanto me vieron aproximarse se callaron y huyeron desapareciendo entre la verde espesura. Por lo que de nuevo solo me dediqué a rodear aquel sitio hasta que encontré por fin lo que parecía la puerta principal, de rejas y bien cerrada con un enorme candado. Aunque pude vislumbrar a una persona sobre unas escaleras dentro del jardín de entrada, por lo que le grité en mi castizo inglés, Good evening!!, could you open the door please??, pero él sólo me hizo toda una serie de extraños gestos señalando hacia el lado desde el que yo venía, así que volví a la puerta trasera, encontré un timbre con interfono, carraspeé dispuesto a hacerme entender como fuera y llamé. No obstante, me abrieron sin más, así que con una indescriptible sensación de triunfo pero aún tenso debido a experiencias pasadas, atravesé el umbral trasero de lo que yo entendía que era la Holland House, crucé un pequeño patio, subí más escaleras y entré por fin en el edificio. 

Después de esperar unos minutos mientras el chico de recepción atendía en un extraño castellano a unas chicas españolas, y animado por su precario dominio de nuestro hermoso idioma, le dije con una sonrisa enorme y cansada, ¡Hola!, tengo una reserva a mi nombre a partir de hoy; y le planté el DNI para que viera cómo se escribían mi nombre y apellidos. Y él, Muy bien; y empezó a buscar en el ordenador. Y yo allí esperando y paseando mi mirada por la cutre y destartalada planta baja del hostel en el que iba a pasar un mínimo de dos semanas. Y entonces me dice el chico, Mmmm, no apareces en el ordenador… Y yo, ¿¿Qué??, ¡pero si hice la reserva este martes!, esto es la Holland House, ¿no?; él asintió y yo para asegurarme, De la London Hostels Association, ¿no?; y él asintió de nuevo, y yo satisfecho y alabando el carácter provisorio de mi hermana, Pues entonces tengo una reserva aquí, incluso tengo una confirmación por email. Y él, que en realidad era un tío majo y que se veía que quería creerme, Muy bien, pues entonces tiene que haber un error en el ordenador, enséñame la confirmación a ver si pone la habitación o algo. Y yo, Emmm, es que no la tengo en papel… pero si en ese ordenador tienes Internet… Y él, Sí, sí; y giró la pantalla y me dio el teclado y en un minuto le enseñé el email con la confirmación y yo, ¿Ves?, Holland House, tal tal, mi nombre y me confirman que tengo habitación a partir de hoy. Y él mirando con el ceño fruncido y yo pensando, ¿Por qué, por qué siempre tiene que pasar algo y siempre tiene que haber problemas?, ¿¿por quééééé?? Y él, Aaahh… es que esto no es de aquí… es que en Londres hay dos Holland House y tú estás en la otra… pasa muchas veces que viene gente aquí y en realidad están en la otra… Y yo con el rostro desencajado y los ojos desorbitados, ¿¿Qué??, ¿¿que en Londres hay dos Holland House??, ¿¿¿pero tan poca imaginación tenéis para poner nombres a los albergues??? Y él, Sí, mira, la dirección es diferente… Y yo, Mierda, mierda, mierda, mierda; y ya resignado, ¿Y dónde está la otra Holland House…? Y él en un mapa de Londres, mira, en Eccleston, que está… Y yo lo encontré, Mierda, está aquí, al lado de Victoria, que es precisamente de donde vengo…, mierda, mierda, mierda. Lo que quería decir que aquella primera vez que busqué la situación del hostel acerté, y fue en el avión, cansado, con sueño y de resaca cuando me equivoqué y vi esa Holland House del Holland Park, y sin embargo en el avión desconfié de mi anterior yo fresco y despejado y decidí creer a ése entonces mi actual yo resacoso y hecho polvo. Inteligencia que se llama, vamos. Y yo al tío, Mierda, mierda, y ahora qué, en metro para allá, ¿no? Y él, Sí, espera, voy a llamar para confirmar, por si hay algún problema y quieres pagar alguna noche aquí; y yo, Pues sí, gracias, porque ya a saber. Y el chico llama, se pone a hablar en inglés y yo no entendía nada excepto cuando intentó decir mi nombre, que lo decía mal, pero le vi asentir y entendí que les dijo que en 40 minutos yo estaba allí, 40 minutos más de viaje… Y luego a mí, Sí, mira, ésta es la dirección, 53 Eccleston, y éste el teléfono; y me los escribe, y sigue, Y me han dicho que sí que estás en el ordenador pero que como ya no hay nadie en recepción –y yo pensando, Joder, joder, a ver…– tendrás que dejar el DNI o algo y ya mañana pagas. Y yo con un suspiro de tranquilidad y ya recogiendo de nuevo la maleta y las bolsas, Aahh, vale, vale, pues nada, gracias, me voy para allá… Y el tío, Venga, suerte…

Así que tuve que salir de allí con un bajón que te cagas cuando ya había empezado a relajarme pensando que había llegado a la primera meta, exhausto, hambriento, sudado, muerto de sueño, de resaca; me dolía todo, incluso partes del cuerpo que hasta entonces ni sabía que existían, tenía ya las manos con pequeños callos de cargar la maleta, y los hombros y la espalda ya a punto de estallar. Eso sí, ahora al menos el parque era cuesta abajo. 

Por lo que pronto llegué a la avenida del principio y empecé a andar hacia el metro mirando el papelillo, 53 Eccleston, y pensando en lo tonto que soy y en la mala suerte (que combinada con mi estupidez ya es la bomba) y si en algún día eso podría cambiar. Yo por allí andando, con la maleta que ya no pesaba 25 kilos sino 250 y con las dos mochilas que iban poco a poco horadando mis hombros, cansadísimo (como Gael García Bernal tras el Festival de Cannes), con el estómago desoladoramente vacío, con unas ganas enormes de poder echarme en una cama y dormir, y con un inicio de depresión que me hacía preguntarme una y otra vez, ¿¿Pero qué mierda hago yo aquí??, y pensando también otra vez en el metro, en interminables escaleras y pasillos, en las puertas con tornos en los que no cabe la maleta… Así que me fijé en los autobuses de la primera parada que encontré y vi que uno de ellos se dirigía a Victoria, y que además eran menos caros, 1,50 libras el billete sencillo más barato (unos 2,25 euros), por lo que me quedé allí esperando. Increíblemente el bus llegó enseguida, aunque me decepcionó ver que era un autobús normal, no uno de esos de dos plantas, pero bueno, subí en él y desde el primer momento me mantuve todo lo atento que pude al oscuro exterior para reconocer Victoria y no pasarme de parada. Tras un viaje largo y lento reconocí Victoria Place y me bajé en la siguiente parada, saqué el plano de la guía y vi que precisamente en ese cruce, entre Victoria Place, Victoria Station y Victoria Coach Station (de ahí que la zona se llame Victoria) empezaba precisamente Eccleston Street. La encontré rápidamente y maravillado de que por fin todo fuera saliendo bien, empecé a recorrer esa calle en busca del número 53 y pensando ya otra vez en la ducha, en la comida y en una cama. Y es que, cuánto cambian nuestras apreciaciones de esas benditas comodidades materiales en cuanto dejamos de tenerlas… Así que ahí estaba yo, por Eccleston Street, buscando el número 53, reventado, hecho una mierda, hasta los huevos de Londres, andando totalmente solo por la calle (a todo esto, ya serían las 11 y pico de la noche). 19, 21, 23… 29, 31, 33… y Belgrave Place. Marcha atrás, de nuevo Eccleston Street, 33, 31, 29…, 29, 31, 33, Belgrave Place. ¿¿¿??? ¡¡El 33 era el último número de Eccleston Street!! Y yo ya con ganas de llorar y de suicidarme y de dejar de sufrir. Pero no, hay que seguir adelante. Belgrave Place era una especie de jardín, y más adelante seguía la calle, así que, pensé, por allí seguirá Eccleston Street desde el 35. Voy para allá y, evidentemente, no seguía Eccleston Street sino que comenzaba Belgrave Square. Y yo ya que no sabía si reír o llorar o gritar o ponerme a bailar el Ball de la Safanoria allí en medio de la calle. Vuelvo para atrás, al número 33, allí parado, mirando la casa número 33 de Eccleston Street, mirando mi papelito que decía, 53 Eccleston, y mirando otra vez la casa número 33, en Londres, de noche, ya refrescando aunque yo estaba sudando, con mi maletón y mis dos mochilas, ni un alma por la calle, apenas pasaba de vez en cuando algún coche, y yo allí, de pie, mirando como hipnotizado el número 33 y la placa que decía, Eccleston Street, y más pequeño, SW1 Westminster City. Y pensando en si habrá vida después de la muerte, en si las hojas de los arbustos de Begrave Place serán comestibles, en si podría buscar algún rinconcito recogido y caliente y disponerme a pasar la noche allí. Pero no, hay que seguir hacia delante. Volví hacia atrás por Eccleston Street por si se bifurcara de algún modo y los otros números siguieran por ahí o algo o yo qué sé, mi mente estaba más confusa de lo habitual y yo ya no sabía qué pensar. Y como respondiendo a mis delirios, encontré una callecita que se abría bajo un portal, muy cerca de la esquina con Belgrave Place. Me introduje sin mucha esperanza y como no podía ser de otra forma, ya no recuerdo cómo se llamaba pero no era ninguna continuación de Eccleston Street sino un pequeño pasaje con otro nombre y con su propia numeración. Y yo, que gracias al cansancio y al hambre me encontraba como flotando en una especie de limbo que me salvaba de caer en la desesperación y que me hacía dudar de si todo aquello era realidad sueño, volvía una y otra vez al número 33, lo miraba fijamente, seguía andando y cruzaba Belgrave Place, llegaba a Belgrave Square, volvía hacia atrás a Eccleston Street, miraba el número 33, sonreía con una especie de sonrisa nerviosa y delirante, como los locos, volvía a cruzar la calle… y todo con la maleta, las bolsas, la resaca, el dolor, el cansancio y las ganas de morir y de acabar con aquello de una vez por todas. Pero, ah, veo una pareja de gente mayor que pasea confiada por la otra acera y yo crucé la calle rápidamente y me dirigí hacia ellos como un psicópata. Sorprendentemente no huyeron sino que me esperaron y se esforzaron en comprender mis balbuceos, 53 Eccleston, but it finishes in the 33, there, but I have to go to the 53, but after 33 is nothing, another street, look; y les enseñé el papelito, ellos lo miraron y se interrogaron entre ellos deseando ayudarme, y es que tenía que causar una honda impresión ver a un personaje como yo, al borde la locura, extenuado y respirando con ansiedad, con los ojos hundidos y encorvado por el peso, no sólo de los miles de kilos de mi equipaje sino de todo Londres y de toda la Gran Bretaña y de la Reina Madre y de Carlos de Inglaterra y sobre todo de mi propia estupidez. Pero aquella pareja no tenía ni idea de donde estaba el número 53, y yo en mi flaqueza intelectual pensé que a lo mejor me dejaban pasar la noche en su casa y que me daban de cenar y pensé en una sopa caliente y me vi como una especie de Oliver Twist. Pero nada de eso ocurrió sino que el hombre sólo me dijo que él creía que estaba al otro lado del cruce de Victoria, y yo estúpidamente le creí y les di las gracias contento y me puse de nuevo en camino. Pero obviamente, al otro lado del cruce de una calle que en sentido contrario empieza por el número 1 hasta el 33, no sigue esa misma calle desde el 35, sino que empieza otra calle diferente. Aun así mi mente ya no funcionaba muy bien ni seguía los caminos de la lógica, y si me hubiesen dicho que Eccleston Street seguía en una especie de calle volante que se mantenía suspendida a 200 metros de altitud, también lo habría creído, por lo que me fui para allá hasta que descubrí que no, que al otro lado lo que había era otra calle distinta, sin más. Así que volví una vez más, como un autómata, como un viejo elefante que busca un lugar donde morir, hasta el 33 de Eccleston Street. Y de nuevo saqué mi guía y busqué y busqué pero en el plano no decía nada más ni ponía los números de las calles sino sólo los nombres de algunas de éstas, entre ellas de Eccleston Street, donde yo estaba, en el puto número 33. Entonces todo se vuelve un poco confuso. Sé que pregunté a más gente que me fui encontrando, que di varias vueltas por todas aquellas calles, que incluso pregunté a un taxista y le dije que si podía llevarme al 53 Eccleston Street, que yo no lo encontraba, y me dijo que no, que estábamos demasiado cerca, que ya estábamos en esa calle, y yo, pero que se acaba en el 33, se acaba en el 33, 33, 33, y el semáforo se puso en verde y el taxi se fue, conduciendo por la izquierda y con el volante a la derecha y yo le miraba alejarse de mí.

Entonces, en una ráfaga de lucidez que se abrió paso entre el cansancio, el hambre, el sueño y la estupidez, cogí de nuevo el papelito y recordé que el tío de la primera Holland House me había escrito también el teléfono de mi Holland House… Así que rápidamente, sin tiempo ni para insultarme a mí mismo, saqué el móvil y llamé, pero ni siquiera daba señal, yo llamé, llamé, llamé, pero nada, sólo ruidos extraños. Pensé que mi móvil no funcionaba con la red inglesa o que yo qué sé, pero el caso era que no podía llamar. Entonces, y siguiendo con esa especie de nueva lucidez recobrada, pensé en llamar desde una cabina, ya que adonde llamaba era a un fijo de Londres, por lo que en una cabina no debía haber problemas. Fui a la más cercana pero sólo funcionaba con tarjeta de teléfono para cabinas, ni con monedas ni con tarjeta bancaria. Fui a otra y lo mismo. Y por ahí ya no se veían más, pero pensé que todas serían iguales. Así que seguí intentándolo con el móvil, pero no daba señal, sólo ruidos extraños. Aun así, y ya presa de una especie de frenética ansiedad, me dirigí a Victoria Station, alejándome un poco de Eccleston Street, donde había una parada de taxis. Me dirigí al primero que llegó y haciéndome el tonto extranjero (lo cual no me costaba mucho) le enseñé el papelito con la dirección y me dispuse a subir al taxi. Pero el tío no me abría la puerta y me decía algo que yo, por supuesto, no entendía. Yo, Sorry?; y él hablando, y yo, Sorry??. Y al final sí pude comprender que me decía, ¿Pero es Eccleston Street, o Eccleston Place, o Eccleston Bridge o qué?; y yo viendo entonces como una lucecita al fondo de mi cerebro, No lo sé… yo pensaba que Street, pero no lo sé… y el taxista, Pues entonces no te puedo llevar, pero siendo el 53 creo que está por ahí, a la izquierda del puente, que es Eccleston Bridge; y se fue. Yo salí y crucé el puente, que efectivamente se llamaba Eccleston Bridge aunque estaba separado de Eccleston Street por varias calles, pero allí a la izquierda empezaban otras calles, di varias vueltas pero no vi nada que se llamara Eccleston. Así que, una vez más, volví al 33 de Eccleston Street, pero ahora convencido de que el 53 tenía que ser de otro Eccleston, Place o lo que fuera, y que tenía que estar por ahí, alrededor de Eccleston Street. Di varias vueltas, y siempre con la maleta y las bolsas, y siempre con el hambre y el sueño, y cansado como no lo había estado en mi vida. Pero nada, allí no había nada. Ya por hacer algo, por quemar los últimos cartuchos y mientras de reojo ya buscaba algún sitio más o menos calentito donde poder pasar la noche, volví a llamar al teléfono del papelito. ¡Y una de las veces dio señal…!, agarré el teléfono con fuerza y esperé que alguien contestara, pero nada, sólo señal, biiiiip, biiiiip, y de repente el contestador, y yo, mierda, mierda, pero volví a llamar, porque en un puto albergue alguien tiene que haber para coger el teléfono aunque fuera de noche, que serían pues la 1 y pico o por ahí. Así que marqué de nuevo y otra vez dio señal, yo esperé y esperé y, ¡sí!, alguien respondió, le dije en un inglés que a la fuerza había mejorado bastante en pocas horas que vale, 53 Eccleston, pero Eccleston qué más; y me entendió y me dijo que era 53 Eccleston Square; y yo, Dios dios, que al final no duermo en la calle; y yo, Vale, pues yo estoy al final de Eccleston Street, ¿dónde está Eccleston Square?; y él, al otro lado del puente, al otro lado de Eccleston Bridge. Así que el taxista tenía razón. Y yo, Vale, en 10 minutos llego. Y me fui otra vez para allá. Crucé el puente y aunque ninguna calle se llamaba Eccleston seguí andando. Y sí, un par de calles más allá había un jardincillo y las placas decían Eccleston Square, así porque sí, a dos calles de Eccleston Bridge y lejos de Eccleston Street. Putos ingleses. Pero bien, había llegado, el corazón me latía con fuerza y empecé a pensar otra vez en una ducha caliente, en comida y en una cama… Comencé a buscar el 53 y pronto lo encontré, llamé al timbre y me abrió un chico, le dije que era el que acababa de llamar y él, Sí, sí. Me pidió el DNI, miró en el ordenador, me dio la llave de la habitación 301 y me dijo, Mañana por la mañana tienes que pagar y entonces te devolverán el DNI. Y yo, Sí, sí, mañana, mañana… Subí al tercer piso, encontré la habitación, entré, estaba vacía, con tres camas pero dos desechas y una intacta y con la ropa de cama al lado, dejé la maleta, la abrí y busqué la toalla y el pijama, vi que no me había traído ningún pijama, cogí un pantalón de deporte, una camiseta y las chanclas y me fui a la ducha, en el pasillo. Me metí y bajo el chorro de agua caliente se me fueron poco a poco todas las penas y pensé que, fueran como fueran los días siguientes, peores no podrían ser y la cosa tendría necesariamente que ir a mejor.

13 comentarios

Chemi -

Ahi teneis otro post (estoy en la biblioteca y el teclado no tiene acentos), y otro mas que voy a poner si me da tiempo (solo nos dejan una hora al dia), y es que hasta ahora que ya voy teniendo mas dias libres, no tenia tiempo ni para enviar un email. Viva la explotacion!

Carlos -

Chemi actualiza tu blog, todos los días me compro palomitas de maíz y me pongo delante de la pantalla del ordenador dispuesto a leer tus aventuras, pero no hay novedades...

paulola -

Te has olvidado de nosotros ?? :(

Raszia -

Chem, comentarte q por aquí unos cuantos estamos mirando ya vuelos para el puente de diciembre...

Chemi -

:-)

Sí Carlos, yo también me sentí identificado con tu narración sobre la carga de abudante peso en maletas (aunque lo tuyo fue peor), pero en mi caso en gran parte se debió a mi estupidez y falta de previsión y a mi tremendo error al confiar en un Chemi resacoso y cansado frente a un Chemi normal, pero bueno.

Además, chicas, no fue tan dramático, siempre podría haber pasado la noche bajo techo, en la estación, junto a amigables vagabundos que allí estaban ;-)

Y no os preocupéis, que en cuanto me mude a un piso o casa (les acabo de escribir a 3 australianos que buscan compañero para finales de octubre, que es cuando yo cobro), ¡todos y (sobretodo) todas seréis bienvenidos! :-D

Carlos -

...Y yo tengo la extraòa sensación de que tu historia y la mía están intrínsecamente vinculadas... Y tengo la curiosa sensación de que cuanto tú acabas de narrar lo he vivido yo en su versión centroeuropea....

... en mi historia no se llamaba Holland House, sino Hostel Advantage y, sí, también estaba cerca de la estación de tren... y también acabé en la otra punta de la ciudad en su busca...

...y es que me encanta vivir nuevas aventuras, cada cual más puta que las anteriores.. para así reirme posteriormente a gusto tomando un chupito de Becherovka en algún antro de mala muerte del distrito de žižkov...

Un saludo desde el corazón de Europa!!! èau!! Vidim se v Praže!!!

Melancólico Entrañable Chico Entrañas -

Lejos, lejos...

Paulola -

Yo también me hubiera puesto a llorar....jejejeje
Y hubiera llamado a mi madre para llorarle más....seguro!! jejeje

Chemi -

Ya ves, es que fue así, pero durante varias horas, fue toda una experiencia, pero bien, para eso me vine, para pasarlo mal y vivir todo tipo de (des)venturas :-)

Cris -

Eiii, pero seguro que ya no se te olvida tu primer día en Londres, y además, después de eso, todo lo demás te habrá parecido un camino de rosas... de todas formas te admiro, eres mi idolo...yo me hubiera puesto a llorar como una loca en la calle esa que sólo llegaba hasta el 33 y hubiera empezado a tirar la maleta desparramada por ahí... jeje. Me alegro de que ya tengas curro, aunque sea mortalmente cansado. Piensa que por aquí no te pierdes mucho: trabajos de becario mal pagado y explotado, paro o un curro en el Zara, pero a la española... así que tu palante, que en cuanto la cosa mejore recibirás cientos de visitas (jeje, llámame acopladaaaaa)
Besos muuuuy gordos

Paulola -

Qué horror!! Se me quitan las pocas ganas de irme fuera. Se me han quitado incluso las ganas de ir a Londres!! Jeje, en serio…..qué mal!! Cuando me mandaste el mensaje no me transmitiste tanta angustia, cansancio, hambre y demás...jeje
Bueno, por lo menos ya ha pasado. Ahora sólo vives una locura en el día a día, estando en el Zara ése del Apocalipsis…jejeje.
Buff…yo te envidio…creo…pero no sé si yo sería capaz de vivir esta experiencia. Seré cómoda o lo que sea…pero no sé si podría.
Un besazo.

Raszia -

Por cierto, me encanta la foto del Big Ben entre la niebla...

;-)

Raszia -

Joder tio, eso te pasó porq no fui contigo al final... jajaja.

Este post sí q hace honor al nombre del blog "Aventuras y desventuras de Chemi en Londres"!!! jajaja.